jueves, mayo 20, 2004

El Disidente

Fisgoneó a través de la cortina y comprobó que sus amigos salían de la cochera una vez finalizados los ensayos. Las guitarras, el bajo y la batería estaban ahora reposando, todo el bullicio del ensayo había quedado atrás. Sin perder tiempo corrió al cuarto de sus padres y comprobó que no estaban, revisó el armario donde su hermano solía esconderse y se dirigió a la cochera donde tampoco había nadie. Echó un vistazo final en la habitación del patio donde dormía la empleada y comprobó que tampoco estaba. Entonces, presa del más absoluto extasís se dirigió a su habitación mientras una gota de sudor nacía en sus sienes y recorría sus mejillas. Una vez cerca de su equipo de sonido, hizo a un lado todos sus cds de música dura, arrojando sobre la cama los discos de Metallica, Pantera, Slayer y Sepultura.

No quizo imaginar qué pasaría si sus amigos metaleros se enteraban, también descartó la posibilidad que lo echen de la banda. No pensó en eso, no. Tampoco quizo considerar el hecho como una deslealtad a su escencia, ni se pensó como un vil traicionero a sus chancabuques, a su melena larga, ni mucho menos a su casaca de cuero negro.Cuando todo estuvo listo, se detuvo un segundo y sintió otra gota fría barriendo su mentón.Tenía miedo; pero ese detalle aumentaba el placer del pecado. Dio un último vistazo y comprobó que no había testigos.Cerró los ojos y aspiró la satisfacción de haber maquinado el crimen perfecto.

Entonces cometió la fechoría: sacó debajo de su colchón el cd de Juan Gabriel y puso a máximo volumen la canción que tanto lo hacía vibrar, mientras se paraba frente al gran espejo moviendo las caderas, con la mano derecha a la cintura y con el índice de la izquierda señalándose a sí mismo a través de su imagen duplicada.