martes, octubre 05, 2004

hic

Ayer me encontré con un amigo que no veía hace mucho tiempo. Mucho en realidad. Creo que hablamos después de unos 10 años tal vez. No recuerdo la circunstancia exacta de cómo lo conocí. Pero fue en la barra. De eso, sí estoy seguro. En la barra del Cristal, en las reuniones del parque Juan Ríos, cuando nos preparábamos para ir al estadio, para pelear contra las barras rivales.

Tengo esta casa, hermano

Sacó su pistola

También una perrita chusca

Me dejó tocarla

Y muchas cuentas por arreglar

Y jalar el gatillo

Fue en 1991, tenía 16 años cuando lo conocí y de golpe nos caímos bien. Él es unos 8 años mayor que yo y por eso mi padre me exigía que vaya con él a los viajes que hacíamos con la barra. Mi viejo sabía muy bien que esos viajes no eran paseos de boy scouts. Claro que sabía. Pero por algún motivo, al igual que a mí, este flaco de pelo rubio le cayó bien y se ganó su confianza. Así lo convencí de los permisos para viajar a Huanuco, Trujilloy Arequipa, a pesar de ser un indocumentado aún.


Me han demandado, hermano.

En el tercer piso están las cosas de su padre muerto

Mi familia es mi enemiga

Una bota, una brocha y dos parlantes Zennith

Mi hermana y su marido me quisieron sacar un ojo

También un balde con pintura seca


En Huanuco tuvimos un pleito y debimos salir corriendo. Nos dispararon. Fallaron. Entramos a una casa que nos abrió las puertas cuando huíamos. La dueña era una mujer simpática. ¿Por qué nos ayuda?, le pregunté. Tú eres un Falcón verdad?, me contestó. Luego nos explicó que en realidad no sabía quien era, pero por mis facciones y mis cejas, dedujo que era de la familia y al verme en apuros decidió ayudarme. Yo también soy una Falcón, me dijo. Le dije hijo de quién era. Le dije nieto de quién era. Resultó ser mi prima y era profesora de baile. A mi amigo yorugua y a mí, nos invitó queso con jamón serrano y jugo de carambola. Intercambiamos teléfonos. Nunca nos llamamos.


Mi madre también tomó partido, hermano

Compramos cervezas

Está con ellos contra mí

Me mostró sus fotos en Chile y en Brasil

Me quieren quitar mi casa

Escuchamos a Sabina y hablamos de mujeres


Luego siempre teníamos historias que contar. Él es un gran conversador y en la tribuna cantábamos y nos enfrentábamos a los policías. Recibimos palo. Metimos patadas. Terminábamos roncos, exhaustos y bebíamos cervezas del pico. Esa amistad duró apenas tres años. Luego de ese tiempo, dejamos de ir al estadio por distintos motivos: yo ingresé a la universidad y me distancié de la barra; él, según supe, tenía serios problemas familiares.


Si mi viejo estuviera vivo, hermano

Me muestra su azotea a la que subimos por una angostísima escalera

Seríamos dos contra tres

Habla de su padre, de sus viajes y sus aventuras

Si no has tirado con una brasilera no sabes nada de la vida

Visto de perfil parece un cable

Te sacan más conejos que un mago

Su perra sujeta en la boca una bota vieja


Él mantenía a toda su familia trabajando como vendedor estrella, de esos que muestran falsas sonrisas. Pero en el fondo, me pareció siempre una persona triste, que detrás de ese patita aventurero y entrañable había algo extraño. Tenía un presentimiento que el yorugua estaba signado por la tragedia. Por eso, al verlo después de 10 años, me alegro verlo bien, más gordo y con menos pelo. Mientras hablamos siento que seguimos siendo los mismos, volvemos a tocar los temas de antaño con la misma naturalidad de siempre. Entonces lo animo a comprar unas cervezas y seguir conversando. Luego, nos despedimos con un abrazo.

Él murió cuando yo estaba en Brasil, hermano

Hablamos de su problema y él coge su pistola

Lo encontraron en su cama, tres días después cuando su cuerpo se pudría

Sabina suena en los parlantes y apunta a la cabeza de su perra

Es una casa grande y está manchada por la envidia

Las cervezas están vacías y él hace PUM