viernes, enero 20, 2006

CARTA DEL REY DAVID A BETSABÉ

Querida Betsabé

Dijiste hoy algo como que todos los hombres son unos inseguros con respecto a las mujeres. Eso tiene que ver con lo que pensaba hablarle en esta carta. Tiene que ver un poco con los clásicos temores del macho latinoamericano de descubrir que lo han educado en una mentira sobre las mujeres (aunque es un trauma universal, creo yo). Por eso estamos jodidos. A mi también me bombardearon con esas ideas y soy resultado de esa educación. Y cuando te conté que esta chica me llamaba con otro nombre y me dijiste que si no hubiese imaginado eso, la habría pasado mejor, me dejaste pensando. En ese caso específico no coincidía porque fue un invento, pero como regla general fácil que le chuntaste. Porque, como a todos, en alguna oportunidad también me ha pasado eso, lo confieso. Uno se queda como en la incertidumbre sin saber cómo entender las cosas. Quizá nuestras abuelas también la han hecho linda, sino que pasaban piola o no sé, de repente todavía los principios morales rígidos las obligaban a cortar hasta los pensamientos sobre esos asuntos. Y bueno, dándole vueltas a esos asuntos tenía algunas ideas, pero que no las podía entender muy bien. Hasta que te topas con autores como Sábato o como Bataille (uno desde la ficción y el otro desde el ensayo) quienes te explican la cosa bien explicada que significa que eso no tiene explicación. Yo creo que he progresado mucho en ese sentido. Sólo admiro, no trato de entender. Es de imbéciles emitir juicios sin saber todo lo que puede haber detrás de un hecho específico. Pero todavía quedan rezagos de eso. Hago lo que puedo, pero la educación machista, todavía no me suelta del todo.

Sabes?, ayer me di cuenta. Cuando contabas tu aventura con el chileno (aunque sospecho otro escenario y hasta otra nacionalidad para esa historia q está editada según intereses del autor), sentí como una puñalada de hielo atravesándome de lado a lado. Experimenté una cosa nueva, alucinante, desconocida. Era una mezcla de sentimientos encontrados. Era alegría, emoción, humor, sorpresa, celos (sí, celos; un poco al menos), complicidad, fascinación y hasta admiración, todo en dosis intensas, como un huayco acumulado de sensaciones entremezcladas, que se sentían como una bolita de fuego que empieza a quemar en la boca del estómago y luego termina creciendo hasta incinerarnos completamente. Hay que controlarlo. Debemos vigilar que no se apague el fuego (q bien puede ser el fuego de la vida y nos mantiene vivos) pero también tomar la precauciones para que no se incendie todo.

En algún momento tuve la sensación extrema de que me faltaba el aire… Y en otro, de mis ojos saltó una lágrima de todo eso. Y si los científicos la hubiesen capturado en un tubo de ensayo antes que mi lágrima se estrelle en el piso, hubieran descubierto todas esas emociones condensadas en una sola gota.

Gracias, Betsabé. Hacía mucho que no sentía algo tan intenso como esto. Y esto de las emociones puede muchas veces ser más intenso que un acto físico mismo. Una vez más te digo, gracias. ( Así sea verdad o mentira lo que me dijiste, yo lo asumí como cierto y así me resultó)

No sé qué pensará usted. Pero esto que le digo no se lo he dicho a más de dos personas, pero usted es la primera mujer a la que le hago esta confesión de mis cosas más personales. Y aunque parezca extraña esa forma de confesión es porque en realidad creo que soy un sibarita y estos golpecitos así, me gustan mucho. Suena raro, pero así soy. Créame que en otras circunstancias me habría desmayado ahí mismo, ( es decir, sin Sábato , ni Bataille).

Y ahora que yo mismo me pregunto qué es lo que siento por usted, creo que la respuesta no se puede definir entre blanco o negro. Amor o amistad. Me parece una forma arbitraria de calificar las cosas. Entre una y otra hay varios matices, escalas, peldaños, variadas gamas e intensidades. O no es verdad que con cada persona que nos involucramos jamás se repite la misma forma de querer? Pues igual con los cariños y afectos y gustos. Son muchísimos y usted está en uno de ellos. En cuál? Eso ya lo dejamos para el próximo programa a la misma hora y por el mismo canal. Pero téngalo por seguro q en mi concierto usted tiene tarjeta VIP.

Todas esas emociones juntas que me abordaron fueron como un caballo salvaje. Un mar excitado por la luna llena. Un toro de lidia embravecido. Y yo tuve que domar al potro, librarme de las aguas peligrosas y liquidar a la bestia.

Y ahora que me dio ese voto de confianza para compartir conmigo el secreto de algunas travesuras, pues yo también tengo para contarle otra (esta vez sin cortes de censura, ni nada, aunque imagino que usted ya se la podía imaginar o no?)

Fue en la marcha del 4 de junio de 1998. Una de las muchas que hubo antes de la de los 4 Suyos. Había ido con Javier Arévalo (en ese tiempo estábamos indignados con el régimen de la mafia) y Aldo, un patita que encontramos por ahí.

Recuerdo el sol de la tarde lastimando mis ojos, la sed que nos daba los gritos que dábamos. La mayoría de los marchantes éramos universitarios. Los de San marcos por un lado, gritando sus consignas propias. Ellos eran pueblo, carajo. Los de la Católica, por el contrario, estaban todos con sus polos blancos Rip Curl, pero también eran pueblo carajo. Y con todas sus diferencias, los estudiantes de todas las universidades convergieron en esa marcha, que fue el inicio de la caída del régimen de Fujimori. La San Martín y la Cantuta, la de Lima y la Villarreal. Era una marcha, no de las universidades, sino de sus estudiantes, quienes se organizaron por sus propios medios y decidieron participar aún contra las advertencias de las autoridades de sus facultades. Gritábamos arengas contra los corruptos a voz en cuello delante de los policías, que estaban armados, con sus cachiporras y sus bombas lacrimógenas; cuando de pronto apareció Makalí. En medio de la marcha y el tumulto de gente, se le acercó a Aldo y le dijo algo. Su pinta de hippie con faldón, botas y bolsita artesana cruzada al hombro, lo asustó al buen Aldo. A mi me pareció una loca simpática y hasta guapa (de esas chicas lindas pero nada preocupadas por su aspecto, apenas agua y jabón en la cara) pero con pinta de loca.

Cuando me acerqué me dijo “tú amigo se asustó porque le propuse fumarnos un porrito, yo detesto fumar sola”. Y luego me preguntó si yo también tenía miedo. Me lo dijo como desafiándome. Entonces de la marcha que se venía por el centro de lima, nos abrimos a una callecita paralela y de un estuche de cuero sacó un tronchazo del tamaño de un dedo de carpintero manón.

Lo fumamos y luego regresamos a la marcha. Yo traté de encontrar a Javier y a Aldo, pero fracasé, éramos miles y la marcha abarcaba varias cuadras. Ella tampoco encontró a su mancha de amigos. Entonces me animé y le propuse tomar una chela. Me miró con aire de superioridad, como diciendo ¿y este chibolo qué se cree? Era el año 98, yo tenía 22 años (con cara de mongo) y ella tendría unos 27 (con cara de pendexa).

Cuando tomábamos la segunda cerveza le pedí su número telefónico. Ahí vino el momento clave…

Ella me dijo: “Oye chiquillo, tú ya dijiste ahora me levanto a esta flaca y luego se lo cuento a mis patas tomándome unas cervezas, como gran pendejito, jajaja ¿Tú crees que me puedes seducir a mi?” Y se reía tomando su chela.

Yo le contesté: “Si estoy tomando una chela contigo es porque al menos me has encontrado un mínimo de interés. Y no, yo no soy un bacancito de barrio. Soy un pata que le gusta conocer gente interesante y tú me pareces interesante. Ahora bien, si me preguntas si quisiera tener contigo una aventura, sería un loco o un cabro si dijera que no, porque estás buenota”.

Con eso creo que la descuadré. Su actitud cambió de cuajo para conmigo. Había estudiado en el Sofiano creo, y la habían expulsado de todos los colegios. Era bien loca, de verdad. Llegamos no sé cómo, a la alameda Chabuca Granda (donde estaba antes polvos azules) que en aquellos días estaba en plena remodelación y todo estaba oscuro y no era más que montones de piedras y tierra por todos lados. Ya había caído el sol y era de noche. Y se escuchaba el ruido de las sirenas de bomberos y ambulancias. Algunos corriendo por aquí, otros por allá, por calles que ya estaban casi desiertas.

Sentados en una piedra enorme, de pronto de sus actitudes medio sobradas pasó a elogiarme. Que la había sorprendido y tatatata ( se ponía así, bien señorita maestra) Fue cuando me decidí a besarla. Cuando lo intenté me giró la cara y me susurró al oído: “no lo hagas, no sabes a lo que te metes”…(¿habrá algún humano que se detenga frente a esa advertencia? Yo creo que esa frase no es una advertencia, sino una invitación)

Y esta vez, sí la besé. Nos besábamos excitados y mis manos se filtraban en su faldón de tela delgada. Sentí sus muslos duros y sus nalgas firmes. Descubrí que usaba un liguero blanco sujeto a unas pantis negras. Su cuello olía a una esencia media rara. Puse mi pierna derecha entre las suyas y de pronto sus pies estaban casi flotando sobre el piso. Sentí su mano sobre mi cremallera. La tenía dura como una piedra. Y comenzó a tocarme con absoluto descaro. Le dije, sígueme. La tomé de la mano y ella me obedeció. Llegamos a la parte más oscura, donde estaban los montículos de arena y piedra de las construcciones. Y como si ya supiéramos de qué se trataba el asunto, sin decirnos nada, comenzamos a proceder. Ella se arrodilló delante mío y riendo me comenzó a bajar la cremallera. E hizo lo que tenía que hacer. Hasta el final final. Recuerdo clarito el silencio cortado por el sonido de la hebilla de mi correa que, colgada y agitándose, tintineaba una y otra vez.

Estuve viéndola por un tiempo. Todo era un asunto informal también, extraoficial, aunque algunas veces nos tomábamos de la mano. A los telos íbamos con cintas de Rolling Stones y le gustaba poner inciensos en las esquinas de la cama mientras lo hacíamos, y exigía que la vea bailar Jack, el saltarín; de los Rollings y que fumásemos marihuana antes de pecar.

Hicimos cosas descabelladas. Formamos tríos y nos grabamos en video. Viajamos en un auto, borrachos, con dos amigos y la Makalí en topless, chupándomela en los asientos traseros mientras mis patas, sentados adelante, me veían serios y envidiosos por el espejo retrovisor.

Pero a pesar de compartir todas esas locuras, nunca sentí nada por ella. Apenas un cariño leve. Sabía también que nunca me enamoraría de ella. No porque fuera libertina o no. Eso no importaba. (bien dice el filósofo que uno no escoge de quién se enamora, sólo ocurre, y cuando ocurre, puede ser de una santa o una puta) Pero por algún motivo no había esa reacción química entre nosotros, que en otros casos sí se produce. Tampoco me producía un mínimo de celos. A pesar que yo era consciente que mi amiga (era buena pata, aunque suene gracioso) seguro tenía otros amigos, pues no me importaba. Aprendí con ella muchas cosas, y todo lo que aprendo (ya sea bueno o malo) lo pongo a mi servicio y creo que fue bueno toparme con una Makalí. Y así pues, como toda historia, en algún momento llegó a su fin.

Bueno y ése fue el estofado.

Lo que sí me descuadró Betsabé, fue tu historia del bar. Fue un voto de confianza conmigo, cierto? La verdad es que me extrañó, porque ese versito de yo soy una santa, que usted decía con tanto énfasis, imagino con tono irónico y burlón, yo lo entendía como que de verdad quería que la creyésemos miembro del opus dei. Y fácil que me hiciste dudar por un buen tiempo. No era posible que una hedonista como usted, limite sus curiosidades únicamente a la literatura, la cocina y a los videos de Rocco Sigfredi. Linda, preciosa, es usted la cagada! Pero qué reservada para contar sus cosas. Después de tantas conversas y muy buenas e interesantes, usted recién se anima a contar una travesura que podía haberla dicho antes.


Y ahora creo que mi frase del Olimpo es más cierta que nunca. Así se moleste y me diga huevón de mierda y demás hierbas del campo. Igualito nomás, si algún día te veo cara a cara y sigo pensando lo que ahora pienso, te lo digo en tu cara pelada, sin nada de temores, ni medias tintas.

Y si tienes algún problema, amiga; cuando quieras nos encontramos en la pampita y nos metemos un par de rounds…


Atentamente,

El Rey David