jueves, mayo 11, 2006

La nueva criatura de Mario


Llegó a mis manos la nueva novela de Vargas Llosa y la devoré en dos días. No puedo evitar decir algo sobre ésta:

Atenuada por breves lapsos de humor y ternura, se cocina en las páginas de Travesuras de la niña mala (Alfaguara 375 pp. 2006) una cruel historia de amor. Sí, como lo lee: cruel, y también ruin, descarada, desgraciada, póngale todos los adjetivos que usted apetezca. Pero historia de amor al fin y al cabo. Desde luego que habrá quienes afirmen que no lo es. Y bien podrían tener razón. Empero, ante mis ojos, es una bella historia de amor.

El impredecible –realmente impredecible- personaje femenino de su novela es la encarnación misma de la fatale femme que muchos cineastas han representado en sus películas. Esta vez lo hace un escritor, que construye a su personaje con rigor y precisión matemática. Y también a su antagonista, un hombre con vocación de desarraigo y tristeza.

Es una historia que dura cuarenta años. Una historia de ausencias, de soledades, de sexo, de deslealtades y lealtades. Un cuento largo de apariciones y desapariciones, de humor, de ironía y también de ternura. Y es que los encuentros y desencuentros de los personajes de esta novela no sólo están enmarcados en paisajes, sociedades y culturas diversos. Sino también en situaciones diversas. Porque hay escenas demasiado perversas y también muy tiernas. Uno puede entender que la maldad no lo es tanto si uno entiende el por qué de las cosas. El que esta historia de amor no haya sido feliz, sino por el contrario desafortunada, no parece ser un capricho del destino (eso es para novela de corin tellado) sino un derecho de las diferencias sociales ( es el sello de MVLL).

El amor fracasado de Ricardo Somocurcio y la Chilenita (llamémosla por su primer nombre, de entre los muchos que tiene) es hijo de la diferencias sociales: del resentimiento de un magma social que se manifiesta en la premisa de su existencia: la vida no es para disfrutarla, sino para reclamar –por todos los medios- aquello que otros sí tienen y nosotros no. Es el caso de la chilenita, camarada Arlette, madame Arnoux, señora Richarson o Kurico. Todas distintas y la misma al mismo tiempo. Porque ellas (ella) son la misma persona y proceden con un código de valores que su media naranja (quizá deba decir medio limón por lo amargo), el noble y romántico Ricardo Somocurcio, no puede entender sino hasta el final.

Es una novela en clave de humor también. Sugerente y culta, la historia es un paseo por diversas ciudades del mundo: Lima, Paris, Madrid, Londres, Tokio. Descritas con minuciosidad y llenas de datos y anécdotas. Es un brochazo a los cambios culturales, sociales y políticos del mundo y del Perú. La vida y el amor bajo la óptica de un hombre culto, romántico y cosmopolita. Cuya cultura se convierte en la mejor herramienta para entender los motivos de las maldades de la niña mala y en su refugio para atenuar las penas del corazón.

Una novela recomendable
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