domingo, noviembre 14, 2004

La 45

Después de un porrito, he sentido una necesidad imperiosa de escribir. Estoy cansado y no tengo sueño. He dormido poco en los últimos días por el intenso trabajo. He bebido mucho, quizá demasiado. Y ahora, cuando caminaba por la Alameda de los Descalzos pensando en la borrachera de ayer, tratando de recordar las cosas que no recordaba, vi una piedra blanca y tuve un impulso descontrolado por escribir. Quiero dejar en claro que no fueron ganas, sino necesidad imperiosa de escribir. Necesidad que me hizo dar media vuelta y regresar corriendo a mi casa. En el trayecto, me topé con un canillita y casi sin dejar de correr le compré un libro llamado Sobre Héroes y Tumbas de Ernesto Sábato. He roto la envoltura de mala manera y sin que nadie me vea, lo he abierto de golpe por las páginas del centro y he aspirado profundamente el olor a papel nuevo que es único e infalsificable. Luego de oler un libro por primera vez ya deja de ser el mismo. Peor que si lo hubieran leído mil veces. Yo puedo ver dos libros nuevos y al olerlos soy capaz de descubrir cual no es absolutamente nuevo, puedo saber si ya lo han olido antes.

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(Sábato)
Tres líneas bastaron para traer, de atrás para adelante, un cúmulo de emociones en forma de navaja. Descubro en las nubes del cielo, tarántulas de madera y gigantes con un solo ojo. Cierro la puerta con llave por dentro y lo incendio todo, junto con Alejandra …

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Las viejas fallan
Y las verdades no se callan
Las arrugas y el cabello cano
No son en vano
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Le enseño a mi primita chiquita a lavarse la carita con agua y con jabón. Seguro por eso, en mi cumpleaños, cuando vio que la familia me daba algún presente; ella, para no quedarse atrás, me regaló un cuadro que pintó con sus propias manitas, sus témperas y su pincel.

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Proyecto Minedu (el hilo de la lana azul)

Debíamos elaborar una dinámica para empezar el entrenamiento de 750 candidatos a examinadores en la ciudad de Lima. Habíamos dividido a todos los participantes en grupos de treinta aproximadamente y tuvimos que contratar dos locales para manejar ordenadamente ese volumen de gente. La logística que montamos no estuvo exenta de pequeños errores. Sin embargo, el esfuerzo y los desvelos sobrehumanos pudieron resolver las fallas humanas.

Pero debíamos diseñar una dinámica para iniciar el entrenamiento. Tengamos en cuenta que eran personas de distintas profesiones, de distintas edades y de distintas condiciones. Estábamos sentados en la sala, la Giulia, el Andrés y yo. Una hamburguesa con queso, una gaseosa y una cajita con papas fritas que la Giulia, como jefa, nos había invitado por el desvelo, reposaban sobre la mesa,. También como jefa dice cosas como esta: “bueno, David, tienes que pagar tu derecho de piso, como es tu primera vez en estos menesteres, caballero nomás, tendrás que inmolarte” Y lo peor de todo es que te lo dice con una sonrisa de lúcuma, tan dulce, pero también decidida.

El asunto de la dinámica era un tema importante porque debía servir para romper el hielo entre tanto desconocido y al mismo tiempo explicar que el éxito del proyecto dependía de todos y cada uno de ellos. Que si uno fallaba, fallábamos todos. Una tuerca floja y el avión se cae a tierra. Efecto dominó.

Pero nosotros estábamos tan exhaustos que ya no queríamos pensar en nada más. Había una bola de lana sobre el sofá y la Giulia lo arrojó sobre mí. “Hazla tú”, me dijo. Yo se la arrojé de regreso. “Tú eres la jefa”, le dije. “A ti te corresponde”. Entonces ella se la arrojó al Andrés, y el Andrés me la arrojó a mí y de pronto se el trabajo se volvió en una pelotera con el ovillo de lana que iba y venía de un lado al otro. “Hazla tú”. “No, hazla tú”. “Yo ordeno”. “Tú, no ordenas a nadie”. Hahahaha…

Fue cuando ocurrió el milagro.

En medio de las risas fue cuando advertimos que habíamos resuelto el problema. Accidentalmente un extremo del ovillo de había atorado en el sofá donde estaba la Giulia y cuando terminó el peloteo, nos dimos cuenta que también se había atracado en el sofá donde estaba yo, y también en el sofá donde estaba el Andrés. Entonces, sin querer queriendo, habíamos tejido una red tipo telaraña. Era como si estuviésemos conectados a través del hilo del ovillo de la lana azul.

Entonces ésa fue la dinámica que aplicamos para empezar el primer día de entrenamiento: Todos los participantes se ponían de pie y formábamos un círculo. El facilitador cogía un extremo del ovillo, decía su nombre y mencionaba una virtud personal y, sin dejar de tomar la punta de la lana, la arroja a otro, y éste otro a otro más, y así sucesivamente hasta que se haya presentado el último. Al final todos quedan sujetando un extremo del ovillo y se ha formado una red entre todos los participantes que han quedado conectados por el hilo de la lana azul.

El cierre corre a cargo del facilitador: “Así como esta red simbólica que hemos tejido entre nosotros, es el trabajo en equipo que vamos a realizar”

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El proyecto es también mucho café, risas, angustias y solidaridad. Es ternura, es la oportunidad de conocer personas: el joven nervioso frente a su primer trabajo, el anciano de corbata chueca que tiene mucho que contar, es la chica no tan bonita que pasa desapercibida pero resultó tan linda.

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Se a atrevió a interrumpir mis pensamientos contigo. Me ha distraído con sus ojos enormes, sus pestañas rizadas y su corazón carmesí. Entonces repito una frase de Flash. “La mejor manera de vencer una tentación, es rendirse ante ella”

Espérame un cinco. Voy, la liquido y vuelvo.

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Ayer me levanté temprano con ganas de bailar. No soy buen bailarín. Pero me levanté con ganas de bailar. Y lo hice. Antes de entrar a la ducha por la mañana, frenético, encerrado en mi habitación, estuve danzando sin ritmo identificado, dando vueltas como un loco sin parar, levantando las piernas, las manos hasta sentir que el sudor bajaba por mi frente y mis sienes. Fue muy extraño porque me sentí poseído por las estridencias que salían de mi estéreo. Con la puerta cerrada dancé y giré en un absoluto estado de exaltación. Y cuando ya no podía más, seguí bailando, girando y girando.

Por un momento tuve la sensación de estar ejecutando una danza de los indios pielrrojas. Y supe que si seguía danzando así, en cualquier momento iba a llover…

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Ayer estuve tomando Pisco en la antigua taberna Queirolo de Pueblo Libre, después estuvimos en una discoteca de la avenida La Marina y luego, en algún momento, se borró mi memoria. Recuerdo que se apareció Chamorro, recuerdo que tenía una llamada perdida de Paola (la olvidadiza) y fuimos a comprar algo a una tienda de un chino con diente de oro y luego Zas! Me dio el síndrome de mi amiga Paola que se olvida las cosas que ocurren cuando son situaciones comprometedoras. Me he levantado con dolor de cabeza, con un aliento sospechoso y mucha sed. Al pie de mi cama estaban mis pantalones, mis zapatos y mi boxer en completo desorden. Cuando fui al baño descubrí los restos de unos vómitos que deben ser los míos. Estoy llamando por teléfono a mis amigos para que me cuenten la historia. Debo llamar a varios amigos, pues cada uno debe tener una pieza de este rompecabezas. Tengo miedo de descubrir qué fue lo que ocurrió…

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Me gusta discutir de literatura con mi amiga Claudia y mi amigo Jorge. Tengo muchos amigos, pero sólo con ellos habló de literatura. Jorge siempre se ha interesado por los temas urbanos. Claudia en cambio escribe cuentos fantásticos que nadie le cree pero en realidad son ciertos y golpean como un guante de boxeador. Me parece que a ella le interesan mis comentarios sobre sus cuentos y a mi me gusta comentarlos por lo que es un placer compartido. Me sorprende cuando le encuentro similitudes con otros escritores que ella me dice que no ha leído nunca.

Con Claudia, el otro día, de un simple comentario, iniciamos una hermosa y sensual cháchara, donde los temas más sicalípticos y escatológicos se convertían en sensuales sonidos carentes de mal gusto. Conversando con esta niña escribidora confirmo en la práctica mi tesis que no hay temas de mal gusto para una buena conversación, si uno encuentra las palabras adecuadas.

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El dibujo que hizo mi primita, de la que hablé más arriba, es un óleo sobre cartulina con fondos amarillo, rojo, rosado y verde, salpicados con bolitas azules.

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La mejor resaca del mundo.
Yo pondría este eslogan para dejar en claro que el verdadero pisco es peruano y no chileno. El eslogan sería así: No todas las resacas son iguales. Disfruta pisco peruano y compruébalo. Te procura la mejor de las resacas. Y en un acto temerario y provocador para los breves y rápidos hermanos del sur les dejaría una chiquita y pondría entre paréntesis ( y además combate la eyaculación precoz)