sábado, diciembre 11, 2004

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...y cuando los vuelve a abrir está sobre su cama, ileso y sin heridas. ¿Entonces todo fue una pesadilla? Está sudando y observa desconfiado toda su habitación envuelta en sombras. Siente que su corazón late descontrolado. Sobre su velador hay un vaso con agua y lo bebe con ansiedad hasta dejarlo vacío. Un extraño sentimiento de repetición lo invade. ¿Esto ya me ha pasado antes? Le pareció estar atrapado en un circuito de sueños circulares, concatenados e interminables del cual no podría escapar jamás. Desde esa noche las pesadillas no lo habían abandonado. Sin embargo, ésta fue la peor de todas. Había sentido con tanta claridad los proyectiles en su cuerpo, que a pesar de estar ya despierto siguió tocándose por todas partes buscando alguna herida. “Tal vez esto no sea real. Quizá este momento es también un sueño y voy a despertar de un momento a otro”, pensó. Ya le había ocurrido que luego de un sueño atroz, despertaba sobresaltado en la oscuridad de su dormitorio y le ocurrían peores cosas que el sueño anterior y resulta que despertar de una pesadilla, era también parte de otra pesadilla más grande. ¿Esto es un sueño que encierra otro sueño? Devuelve el vaso vacío sobre el velador. Cruza la habitación y llega hasta la ventana: las calles están desiertas, los postes de luz son antiguos y sus opacas luces amarillas apenas permiten distinguir algunas cosas. Necesito más agua, piensa, tengo mucha sed. Como el vaso está vacío la única manera es ir hasta la cocina. Esa tarea lo desanima. A través de la ventana divisa una pareja de borrachines, quienes aprovechando las sombras de la noche, orinan tras un árbol. Entonces recordó que esto ya le había ocurrido en otro momento. Se pellizcó varias veces para ver si despertaba, pero no ocurrió nada. Se tranquilizó un poco, tal vez este momento sí era la pura realidad. Continuó de pie observando su habitación detenidamente, tratando de encontrar algo irregular que delate al sueño si es que lo es. Había leído hace poco que la locura se manifiesta inicialmente con lagunas mentales y terribles confusiones para diferenciar la fantasía y la realidad. ¿Es lo que a él le ocurría? Tuvo una visión: caminaba desnudo por una avenida grande y desconocida, con los cabellos apelmazados, las uñas crecidas y mugrientas, la piel cubierta de mugre y un balde sobre su cabeza en lugar de un sombrero. Esa alucinación, más que asustarlo, lo espantó. Nunca iría donde un siquiatra para decirle que se está volviendo loco. El problema es apenas una travesura de su memoria que debe corregir en el acto, sólo es cuestión de concentrarse, ordenar sus recuerdos y aclarar cuáles los ha vivido y cuáles soñado. Un suave golpe en la puerta lo paraliza. ¿Quién es? La puerta se abre lentamente y una silueta oscura se para frente a él. Es su madre. En sus manos trae una bandeja. “¿Has tenido una pesadilla?”, le pregunta con ternura. “Te traje algo para que te pase el susto”. La tranquilidad regresa a su cuerpo como una bendición, todo había sido un mal sueño, las cosas seguían igual. Ella se sienta a su lado con la bandeja cubierta. Un cálido beso en la frente y siente sobre si, la ternura que sólo las madres pueden transmitir. Lo abraza y le dice que no tenga miedo, que todo está bien. Luego su madre avanza hasta la ventana y se detiene a observar el parque. La tranquilidad parece reconfortarlo nuevamente pero nota algo extraño en su progenitora. Si bien viste con su bata de siempre y habla como siempre hay algo que no esta bien, algo que no es cómo siempre. Fue cuando su vista se dirige al velador y descubre aterrado que el vaso de agua está completamente lleno, como esperando que él se lo beba. “Si lo acabo de dejar vacío”, piensa como fulminado y siente una gota fría descender por sus sienes.
“Esto también es un sueño”, dice en voz alta. Su madre lo escucha y sin dejar de mirar a través de la ventana le pregunta qué ha dicho. No le responde y sabe ahora que esta mujer que esta al borde de la ventana no es su madre sino una imagen producto de su pesadilla. Decide que puede tranquilamente empujar a esa mujer por la ventana porque no es su madre, porque es sólo una imagen creada por su subconsciente. Concluye que de ese modo, él se burlará del sueño antes que el sueño de él. Cuando está muy cerca de su madre y un segundo antes de empujarla ve que por la ventana que los mismos borrachines están orinando nuevamente en el mismo lugar. En un arranque de valor con ambas manos empuja a la imagen de su madre con suma violencia y ella sale disparada por la amplia ventana rompiendo los vidrios y dando un grito más real que ficticio. Espera que luego de esto por fin se despierte de esta pesadilla. Pero en lugar de despertarse él de la pesadilla, los que se fueron despertando fueron los vecinos. La sonrisa de satisfacción se fue desdibujando cuando veía que las ventanas de los vecinos se iban iluminando con las luces que se encendían, una tras otra. “¿Y si no es un sueño?”, se preguntó aterrado. Se pellizcó muy fuerte para ver si despertaba y no pasó nada. Se quedó paralizado cuando vio que los vecinos rompían las puertas de su casa y se metían hasta su habitación. “Éste es el maldito que mató a su madre” le gritan y comienzan a golpearlo. Siente golpes por todas partes y ve que uno de ellos saca un revolver y luego de maldecirlo le dispara varias veces. Siente las balas incrustarse en su cuerpo ¿Será esto un sueño? El dolor es verdadero ¿Despertaré en mi cama? La sangre le brota por sus heridas como un geiser ¿Estoy de veras agonizando? Ganas incontenibles de gritar lo dominan, siente que la vida se le escapa, cierra los ojos… ...y cuando los vuelve a abrir está sobre su cama, ileso y sin heridas. ¿Entonces todo fue una pesadilla? Está sudando y observa desconfiado toda su habitación envuelta en sombras. Siente que su corazón late descontrolado. Sobre su velador hay un vaso con agua y lo bebe con ansiedad hasta dejarlo vacío. Un extraño sentimiento de repetición lo invade. ¿Esto ya me ha pasado antes? Le pareció estar atrapado en un circuito de sueños circulares, concatenados e interminables del cual no podría escapar jamás.