martes, enero 11, 2005

El abrazo de un cavernícola

Los seres humanos nos proponemos tercamente, TRATAR DE SER COMO NO SOMOS.

Ayer, cuando regresé a trabajar al Ministerio de Educación me topé con antiguos y nuevos compañeros. Y mientras saludaba a todos con un abrazo, me di cuenta de algo que tenía sedimentado dentro de mí hace mucho y que luego de esos abrazos, salió a la luz.

El asunto tiene que ver con la energía que se percibe cuando uno da un abrazo. En algunos casos me sentí muy bien y en otros, por el contrario, me produjeron una gran desazón. Fue entonces que me di cuenta que de un tiempo a esta parte, sin advertirlo, estaba dividiendo el mundo en dos categorías, como si un sable lo hubiese partido de un solo tajo en dos grupos: las personas que aprecio y las que no aprecio.

Y ese sable es mi abrazo.

Quienes corresponden con franqueza, estrechándose con absoluta sinceridad y aprecio verdadero, sin reparos, ni remilgos, son seres que aprecio mucho por simple impulso e instinto. Creánme: se siente cuando un cuerpo está relajado, confiado, sincerado y no tenso, a la defensiva. Detesto ese abrazo hipócrita que puede ser peor que una mordida. Cosa muy distinta es cuando uno siente que la sinceridad y la amistad fluyen solas, como la aguas de un río. Se siente muy rico. Y esa conjunción es algo que yo puedo sentir desde el fondo de mi corazón. De veras. He nacido con ese Don.

Las personas para mi se dividen en dos clases: aquellos que me estrechan en un abrazo sincero y los que no.

Pero con el paso de los años mis alegrías y mis penas no alcanzan extremos como en años pasados. Ahora me he vuelto más moderado, en otras palabras me he civilizado. He dejado a un lado al hombre de las cavernas y me he disfrazado de gentleman. Y muchas veces, hago muy bien mi papel. Pero el gen del primate todavía está en mi sangre. La verdad es que soy un cavernícola que aprendió a usar zapatos y a manejar los cubiertos; pero sigo siendo un cavernícola, al fin y al cabo. Un cavernícola que se guía por olores e instintos, por impulsos, por desvaríos de pasión, de amor y de odio, amigo de mis amigos y enemigo de mis enemigos; un cavernícola que dice lo que piensa y trata de hacer lo que dice; soy un cavernícola que a veces finge no estar herido para sobrevivir en la peligrosa jungla, aunque muchas veces me esté deshaciendo por dentro;

Soy también un cavernícola que ha escrito un libro de Etiqueta para Ejecutivos, que sabe coger una copa de vino con clase y elegancia, como indican los cánones del Charm. ¿Qué gracioso, verdad?