jueves, agosto 11, 2005

Tristeza

Hoy llegué a la conclusión que la tristeza es un ente con vida propia. Tiene autonomía y su presencia no depende de un estado de ánimo melancólico y agobiado. Esta autosuficiencia que tiene la tristeza supone un nuevo orden de los factores, una yuxtaposición de los elementos que determinan nuestro estado de ánimo.

Es decir, uno no se pone triste cuando le suceden cosas desagradables. Por el contrario, a uno le suceden cosas desagradables cuando está triste.

La tristeza se aparece repentinamente, se introduce en el cuerpo atravesando nuestra dermis (como un fantasma que traspasa las paredes) y se instala en el corazón. A partir de ahí, es el subconsciente que gobierna a la razón y de manera rapaz, busca cualquier excusa para hacernos sentir mal. El cerebro le busca entonces cinco pies al gato y revuelve los pensamientos tratando de encontrar algo que alimente la melancolía que tenemos dentro. La tristeza instalada como una tenia, demanda su alimento y la persona que la incuba no tiene más remedio que complacerla, buscando arbitrariamente la manera de sentirse mal.

Ayer, todas las cosas que hice me resultaron maravillosamente bien. Las perspectivas de mi futuro inmediato me sonreían y pasé un día súper al lado de mi novia, riéndonos mucho e inventando postres con fresas y leche condensada. Pocas veces pasé un día tan bonito como ayer. Pero fue entonces, en pleno regocijo, que sin motivo alguno un pensamiento mezquino y sus atroces conclusiones me laceraron y me dejaron desangrándome. Se apareció de pronto y de la nada, como un fantasma que asusta a un niño temeroso. Mi rostro cambió de expresión y lo advertí sin que nadie me lo diga. Hice esfuerzos por cambiar pero no pude. Fue cuando mi novia me preguntó si me pasaba algo.

No tuve respuesta para ella y tampoco tuve una respuesta para mí. Estaba sorprendido por la forma cómo, a pesar que todas las cosas que me rodeaban y me ocurrían en ese momento eran positivamente buenas, pude alejarme de la alegría de un momento a otro y sobrecogerme en la más pura y tirria de las melancolías.

La tristeza no nace de nosotros, la tristeza tiene vida propia y se apodera de las conciencias. Es un agente externo que se introduce en su víctima y le hace ver las cosas desde una perspectiva siniestra y apocalíptica, transformando las esperanzas e ilusiones en sombrías verdades; como si la belleza que nos rodea fuera un espejismo que esconde la verdadera y tenebrosa cara de la realidad.