viernes, junio 25, 2004

la recatada

Las cortinas estaban ya corridas y sus zapatos de taco aguja habían aterrizado sobre la alfombra roja de la habitación, muy cerca de sus medias de seda secretariales, que por el apuro habían quedado revueltas como un gusano exactamente sobre el pantalón jefatural.

Entonces escuchó todo lo que le iba a hacer. No le disgustaron las palabras soeces ni las extavagancias que llegaron a sus oídos. Y mientras él se le acercaba con la crema chantilly en las manos, puso su única condición:

-Todo lo que quieras, papi. Pero antes, apaga la luz.