viernes, agosto 27, 2004

EL ESCRITOR Y LA REALIDAD


La realidad es la relación que mantienen nuestros sentidos con nuestro medio ambiente. Los sentidos son las herramientas que nos relacionan con nuestro entorno, lo que nos permite saber que algo existe. La presencia de algo llega a nosotros a través de estos únicos caminos: la vista, el tacto, el oído, el gusto y el olfato. Éstas son las únicas antenas que tenemos y con ellas percibimos la vastedad de situaciones y cosas que existen alrededor nuestro y que nos influyen, determinan. Y nos permiten emitir los diferentes juicios valorativos con respecto a una cosa.

Podemos determinar que algo está caliente porque nuestro sentido del tacto recibió esa sensación de calor de algún cuerpo. Asumimos que algo es salado por la información recibida a través de nuestras papilas gustativas que luego son decodificadas en el cerebro

Es así como nuestro entorno, es decir todo lo que nos rodea (objetos, animales, seres humanos) se vinculan al hombre a través de los sentidos. Éstos son los vehículos que nos involucran con la realidad. Gracias a los sentidos manejamos códigos comunes para connotar de manera uniforme las diversas categorías que le damos a la cosas.

Sin embargo, para que esa connotación sea realmente uniforme entre todos los seres humanos, debemos entender que todos los vehículos (sentidos) que nos relacionan con nuestro entorno (realidad) deberían tener el mismo nivel de sensibilidad ante todos los estímulos que llegan a nosotros. ¿Es eso cierto? ¿Son los sentidos de todos los humanos exactamente iguales?

Yo creo que la naturaleza tan vasta se ha preocupado de producir diferencias sustanciales aún entre seres de la misma especie.

Entonces pienso que esos receptores no son iguales en todas las personas. Sin mucho esfuerzo podemos deducir que existen personas con los sentidos más desarrollados que otras.

Cuanto más refinados sean nuestros receptores, más intensa será la realidad que llega a nosotros. Como ejemplo podría citar al gran pintor español Salvador Dalí, quien tenía el don de ver las cosas de una manera que otras personas no podían. Es el llamado método de paranoico crítico, que es la capacidad de percibir diferentes imágenes en una cosa. Algo así como una persona que mira las nubes y ve diferentes cosas.


Otro ejemplo claro es Mozart quien tenía un oído distinto la resto de mortales. Para él, la música le producía sensaciones que su oído supersensible le permitían interpretar ese estímulo de manera distinta al resto. El percibía sensaciones que su oído decodificaba de los sonidos de manera distinta al resto


Con estos ejemplos queda claro que existen personas con los sentidos más desarrollados que otras. Entonces ante el mismo estímulo (sonido, color, olor) habrá distintas percepciones; es decir, la misma cosa cambiará su naturaleza en sí. El mismo olor, en distintas personas, será dos olores distintos. Por eso la intensidad de un olor o el resplandor de un color no serán lo mismo en todos los casos. Una melodía o una fragancia, un plato de frijoles o una relación sexual, podrían ser tan distintas como el agua y el aceite.

Una simple ecuación lógica nos lleva a esta conclusión:

Si “realidad” es la relación entre nuestros sentidos y los estímulos externos; y si no todos los sentidos son iguales, entonces la realidad no es la misma para todos.


Quizá por eso hay personas que sienten muy rico cuando el sol se filtra por la cortina y golpea su rostro suavemente anunciando el nuevo día. Probablemente por eso hay quienes se mueren de pena cuando ven un ave herida, quienes sienten que la fina garúa se les clava como alfileres en el cuerpo. Tengo amigas y amigos que tienen la bendita capacidad para descubrir maravillas en lo cotidiano, de emocionarse con lo que para otro es normal, de saborear un beso delicioso que a otros les sabe a rutina, de ruborizarse viendo formas en las nubes, de segregar saliva cuando escuchan el aceite hirviendo. Y también de indignarse y enfurecerse por cosas que a otros les resulta indiferente.

Ahí está la esencia de la escritura.

Creo que los escritores (me refiero a todos aquellos que escriben, es decir, a los escribidores en general) son aquellos que tienen una hipersensibilidad sensorial. Sus sentidos están sobreestimulados y son tan sensibles que cualquier percepción es amplificada. Entonces estas personas están tan maravilladas de lo que sienten y descubren en la vida, que tienen la imperiosa necesidad de compartir su sorpresa, convencidos de que lo que escriben (su testimonio) merece ser comunicado.

Todo escritor es un ser sorprendido. Un ente fascinado o abrumado por la realidad que lo golpea o acaricia, maravilla o indigna. Es por ello que se ve obligado a liberarse de "esa cosa" a través de la escritura. Necesita narrar su anécdota, sacarse de encima esa intensa alegría o tristeza, para sentirse liberado.

Qué escribidor no podrá afirmar que más de una vez ha escrito febrilmente, rebalsando adrenalina, angustia y tensión. Una amiga me decía que parte de ella se iba también con sus historias. Lo que escribía también la arrastraba a ella, llevándose un poco de si misma.

Escribir historias es, al fin y al cabo, escribir historias. Y el placer de la escritura está en si misma. Yo creo que uno no se dedica a escribir porque tenga talento para hacerlo. Se dedica a escribir porque lo necesita, porque le resulta indispensable; si lo hace bien o mal, no importa, es secundario. Es como un hombre que necesita comer para saciar su apetito, es una actividad que le resulta imprescindible, si lo hace con un mendrugo o un manjar, es secundario; lo importante es alimentarse para vivir.

Todos los que comparten el demonio de la escritura (desde el novelista célebre que vende millones de libros hasta el tímido estudiante que se refugia en su diario todas las noches) saben lo que es el placer de trabajar un texto buscando las palabras para contar la historia de la mejor manera posible: cambiando, sacando, poniendo. Un escritor es como un escultor que va tallando un objeto hasta darle una forma definitiva; es cuando el trabajo finalmente se independiza de su creador y se vuelve un ente nuevo en el universo.