viernes, junio 18, 2004

una D grandota

Cuando tenía 5 años iba al kindergarden vistiendo un mameluco blanco, con mi nombre bordado con hilo rojo en la solapa que mi madre había cosido con todo el amor del mundo. Pero yo, ingrato y desalmado, renegaba de ese bordado porque la letra D que es la inicial de mi nombre, le había quedado muy grande y chueca con relación a las otras letras.

Lo rescatable de la situación era que nadie se había percatado de la chuecura de mi nombre.

Hasta que apareció ella.

-Tú nombre está chueco –me dijo una voz de caramelo.

Cuando levanté la vista, me topé con la criaturita más bella que había visto hasta entonces. Con una loncherita roja que sostenía con sus dos manos, la niñita de ojitos rasgados estaba absorta leyendo mi nombre chueco. Y yo me puse rojo como un tomate, no sé si porque había descubierto el secreto de mi inicial enorme y torcida o porque quedé prendado de ella a primera vista.

Lorena tenía un airecillo nisei, de carita ovalada y ojitos estirados. Yo estaba sentado en el patio porque era la hora de recreo y no supe qué responder. Sólo me quedé mirándola con cara de estúpido. Era la primera vez en mi vida que experimentaba una sensación así, desconocida para mi, hasta entonces.

-Pero no te preocupes –me dijo –la letra D debe ser más grande porque es la inicial de David. Y las iniciales de los nombres siempre son más grandes.

A partir de ese momento nos hicimos inseparables. Durante los recreos intercambiábamos refrigerios ( a mi me gustaba el pan con pollo que su má le preparaba y a ella mi frugos de durasno que la mía me enviaba) y júgabamos en el tobogán enano que había en el patio, también en el sube y baja y armábamos rompecabezas de walt disney. Una vez un niño le quitó su lápiz y Lorena se puso a llorar. Como un desaforado me fui encima del chico y lo empujé con todas mis fuerzas. Victor (así se llamaba) se estrelló contra el piso y se puso a llorar a todo pulmón.

Lo más grave del incidente no fue el castigo ni la reprimenda de mis padres. Fue que mi amistad-amor con Lorena nunca más fue la misma. Y todo por culpa de los compañeros que comenzaron a decir que nosotros éramos novios porque yo la había defendido.

Cuando uno tiene 5 años esa palabra es peor que una condena de muerte. Yo también me distancié de ella porque no podía concebir que me guste una niña. Me espantaba esa idea de que me digan novio de alguien. Ella también lo pensó así, me parece, porque no volvió a mirarme siquiera y ambos nos evitábamos mutuamente.

Pero a mi, ella me seguía gustando. Y no quería aceptarlo con la terquedad de un niño con apenas un lustro de vida. Soñaba con ella, con sus manitas de uñas rosadas, con sus ojitos jalados y su voz de caramelo. Pero ni ella ni yo dimos un paso para la reconciliación.

Hasta que llegó el festival del colegio y nos escogieron a ambos para ser pareja de un baile de marinera. Casi me muero. Y de seguro ella también. Fue la verguenza más grande que recuerdo en mi vida. Al final, molesto con todos, huí del salón ni bien terminado el baile, salí del colegio y comencé a correr rumbo a mi casa conteniendo las lágrimas. No la volví a ver más. Pero quedaron muchas fotos que nos tomaron mientras bailábamos y muchas veces, cuando nadie me veía, las revisaba y las evocaba con una nostalgia terrible.

Hace poco, mi madre se apareció con su cara triste y me contó que se encontró en la calle con la mamá de Lorena. Hacía más de 20 años que no sabía nada de ella. Le pregunté qué sabía.

Entonces mi madre con voz de ultratumba, me disparó:

-Lorenita murió la semana pasada dando a luz. Fue terrible, su madre está destrozada y ahora tiene que hacerse cargo de su pequeño recién nacido.

Pero sabes? Me dijo mi madre a manera de consuelo: El hijito de Lorena es muy sano y se llama David. Curioso no?

Ahora tengo 28 años y estoy revisando las fotos de mi baile con ella. Ahí están resplandeciendo en esas imágenes en papel, sus ojos chinitos, sus manos pequeñitas y me imagino su voz de caramelo repitiendo mi nombre. Antes de poner punto final a esta memoria, he tomado la decisión que de ahora en adelante, voy a escribir mi nombre con la D más grande que el resto de letras.