lunes, enero 24, 2005

mi pie izquierdo

Las muchas veces que he visto a los alumnos de la universidad Ricardo Palma, jugar fulbito en la loza deportiva de su campus en Surco, me han servido para comprobar que el empeño y el entusiasmo no pueden reemplazar al talento.

Usan la pelota de la última copa del mundo, las camisetas y las zapatillas de los astros del balompié mundial, modernas canilleras y Gatorade por montones. Pero una vez instalados en la loza, el espectador (que observa libremente a través de la reja que separa la calle de la universidad) asiste a un concierto de asimetrías, desigualdades y asincronías que atentan contra el principio básico del fútbol: pasarle la pelota con los pies al compañero mejor ubicado.

La pobre pelota va de aquí para allá, maltratada inmisercorde por tanta patada sin sentido. Pero visto de otro lado, resulta alentador para cualquier persona con la autoestima baja, observar a tanto jugador maleta que deambula en la cancha, tropezándose con los rivales y con sus compañeros. Viendo a estos entusiastas, concluyo que lo de ellos es un problema de comunicación interna: su cerebero ordena una cosa y su cuerpo hace otra; su mente apunta la pelota hacía un lado, pero la pierna dispara hacia el otro.


(Sigan intentando, muchachos; total eso no es delito)